rosa sobre la cama

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Los sentimientos son reacciones de la psique al verse perturbada por personas, cosas, acontecimientos, etc., si son muy intensos y breves, seria lo que llamamos emociones, sin duda, se trata de un ingrediente notable en el amor, cuando se ama hay una enorme gama de sentimientos que se estimulan o refuerzan en el interior de la persona: fascinación, admiración, devoción, respeto, tristeza por la ausencia, ternura… Tienen en sí algo de enaltecedor y bello: levantan a la persona por encima de la dimensión puramente física en su relación con los demás, una persona enamorada se podría decir que “parece otra”.

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Los sentimientos van y vienen como una hoja seca en un día de vendaval, tan pronto está en la cima de una colina verde, como entre la basura de un estercolero, si vivimos sumidos en ellos, seremos nosotros quienes vayamos dando tumbos por la vida como esa hoja seca, yo creo que es un error confundirlos con la esencia del amor, precisamente por ser reacciones de la psique ante factores externos, los sentimientos no viven de sí mismos, sino que son el resultado de influencias antepuestas, ajenas a la libertad de la persona, por lo tanto, no son independientes ni libres; son fenómenos ciegos, hasta el punto de que muchas veces no conocemos su verdadera causa, debido en gran parte al estado emocional en el momento que se producen.

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En la relación de pareja, una de las partes siempre buscará imponer su voluntad, su proyecto, por ello las relaciones siempre son conflictivas, tanto las de amor como las de odio, por lo tanto amar bien definido y meditado, “a largo plazo” es intentar dominar la voluntad del otro y, odiar seria reconocer la libertad del otro como opuesta a la propia y tratar de invalidarla.

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El amor conduce al fracaso, porque sólo se logra la posesión del otro siendo uno a su vez poseído por él, y el odio también conduce al fracaso, porque en su expresión extrema, la confrontación deshonra la relación, pero la cuestión es que no podemos vivir sin relaciones humanas y tampoco podemos evitar que éstas sean conflictivas y ambivalentes, desde esta perspectiva no debe extrañarnos que finalmente terminemos pensando que “los malos son los otros”.

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Si nos atenemos a esta primera parte de mi exposición sobre los sentimientos, aquel lector que opte por una dimensión trágica del mensaje, es muy posible que en su deducción termine por dejar poco margen para la existencia del amor real y duradero, por esta razón siguiendo las mismas pautas tratare de exponer aquí, el “si” de su existencia y  la ínfima posibilidad de conseguir su estado puro, deberíamos empezar por determinar con claridad, la configuración psíquica del ser humano en sus tres niveles, diversos pero íntimamente relacionados, psicofísico, psicosocial, y espiritual.

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El psicofísico, en su consecuencia con la psique, sitúa los instintos y las pasiones,  esos fenómenos que nos despiertan el sexo ligados al organismo físico, por lo tanto se trata del deseo “ciego” establecido en lo genes desde el punto de vista mas irracional ya que no dependen en si mismos de la voluntad del individuo, pues es suficiente crear un escenario en sueños para desde la fantasía el físico experimente el placer, seguramente nos ocurrió a todos en algún momento y, por todo ello debemos convenir que están por encima de la propia libertad personal.

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En otro orden y admitiendo que son portentos que acompañan al amor entre dos personas, en mi criterio no constituyen la esencia del amor, puede haber sexo sin amor, incluso con animadversión hacia la otra persona, muchas parejas viven sumidas en esta lamentable situación y se habla de hacer el amor, cuando en realidad se “des-hace” el amor, ya que esto seria puro egoísmo desde el instinto animal por la satisfacción corporal, lo que yo llamaría la triste miseria del amor.

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En el nivel psicosocial, encontramos los sentimientos, la imaginación, y la tendencia a relacionarlos con los demás, el amor es donación personal y libre, ellos son ciegos, establecidos, por ultimo el nivel espiritual es donde se encuentra nuestro verdadero “yo”, nuestras facultades espirituales, inteligencia y  voluntad, es aquí donde debemos regirnos, la inteligencia como capacidad de captar la realidad de las cosas, lo que nos hará posible conocer a la persona amada, sin este conocimiento solo amaríamos a un “tu” que se conoce, donde solo podría haber atracción física, sentimientos ciegos o amor a una imagen irreal de la  otra persona.

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El amor es en “esencia” una adhesión de la voluntad libre de una persona que conoce a otra, la valora, la acepta como es, y establece con ella una relación de mutua ofrenda, el amor que conduce al matrimonio, debe integrar una dimensión física y la riqueza de los sentimientos, pero integrados como factores que enriquecen, y no que suplanten la donación personal del otro, deberíamos tener en cuenta que, la donación personal al “otro” exigirá en muchas ocasiones el sacrificio de las pasiones y de los sentimientos pues en el verdadero amor no todo es pasión, se generan situaciones de renuncia a la entrega cuando una de las partes no tiene el momento de empatía necesario.

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Conclusión: Si no se tiene en cuenta todo esto, se corre el riesgo de fundar el amor sobre la arena movediza de los sentimientos, o en el pantano mas turbio de las pasiones, es decir, que cuando falten unos o disminuyan las  otras concurrirá el fracaso de la relación, debemos estar conscientes de que surgirán lapsus en que  los sentimientos potenciales del primer momento disminuyan o cambien de dirección, esto no significará que ha desaparecido el amor, aún cuando las emociones sentimentales disminuyan y el atractivo físico se deteriore, en suma, se podría decir, que entendiendo todo esto podríamos confiar en el amor, estable, duradero, eterno.

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Pero lo que siempre estará en juego, no es la garantía del amor futuro, si no la autenticidad del amor presente, y con ello la dicha que proporciona el verdadero amor y solo el, personalmente lamento muchísimo que sea tan extremadamente difícil, peor aún, si cada día estoy  mas convencido, de que las sociedades actuales colaboramos en esta dificultad, con lo que mis percepciones se tornan distantes  y  tenebrosas, ahora bien; como es natural albergo la esperanza de que tu me quieras.

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Para ti

¿O no? ¿Pues eso?